Aquí en Bolivia es tradicional la festividad de “Todosantos”, un conjunto de actividades rituales destinadas a honrar la memoria de los muertos de cada familia, durante el 1 y 2 de noviembre, Día de Todos los Santos- y Día de Difuntos, respectivamente.
En la misma fecha, en realidad la noche del 31 octubre y la madrugada del 1 de noviembre, de un tiempo a esta parte – menguada seguramente este y el pasado año, por el Covid-19 – se celebra, con bombos y sonajas, el ya famoso “Halloween” que llegó y promete quedarse.
Estos dos acontecimientos son temas de actualidad y promueven una interesante actividad ciudadana.Muy activa en otros tiempos; hoy, relativamente restringida por la Covid 19 que tan severamente esta afectado a todo el mundo.
Ahora conviven, en una bulliciosa, publicistada e interesante dicotomía; por una parte, los preparativos y ritos de la celebración del Día de Todos los Santos y el Día de los Difuntos y por la otra, y al mismo tiempo, Halloween o la Noche de las Brujas (31 de octubre).
Ambos, según algunas crónicas, de origen y extracción común que tomaron una orientación y dirección distintas a través del tiempo. De acuerdo con las culturas y los países donde tienen lugar. Se dice que Halloween se origina en una festividad para honrar a los mártires del cristianismo y los santos difuntos con la denominación precisamente de fiesta de “Todos los Santos” de inspiración indiscutiblemente cristiana. Se habría celebrado un primero de noviembre, por primera vez, en el siglo VIII, aunque las costumbres, en cuanto a su forma de celebrarla, variaron posteriormente. Esta fecha fue establecida oficialmente para todas las iglesias católicas en el año 837 por el Papa Gregorio IV.
A pesar de este origen, las formas modernas de Halloween son más recientes de lo que se supone. Y, tal como las conocemos actualmente, estos fastos provienen de una recreación que la versión original tuvo en Norteamérica a fines del siglo XIX y durante el siglo XX debido, al parecer, a la influencia de inmigrantes irlandeses que habían llevado tradiciones de su propia cultura combinadas con algunas costumbres de los celtas y las fiestas cristianas, en una mezcla de banquetes, adivinaciones, robos de pertenencias entre vecinos, y otras “travesuras”.
Halloween: hoy
Brevemente: Halloween tal como se la “celebra” hoy en todos los países que la han adoptado, se presenta como una ocasión para vestirse – disfrazarse en realidad – con trajes, antifaces y máscaras de aspecto a cual más terrorífico; los niños, vestidos apropiadamente también, visitan su vecindario de puerta en puerta pidiendo caramelos, galletas y otras golosinas con dibujos, formas y decorados alusivos a la celebración.
Bajo condiciones normales – sin la presencia de la Covid19 – cines y canales de televisión imponen a su audiencia películas y series de monstruos y terror; los clubs nocturnos y pubs, las familias en sus casas, sin distinción de clases, organizan fiestas de disfraces apropiados. Ni que decir del comercio que, en general, desde los supermercados hasta lo que hemos dado en llamar “shoping a la criolla” (comercio callejero con puestos precarios que venden de todo), abarrotan sus anaqueles y mostradores con todo tipo de productos: ropa, caramelos y otros adminículos propios de la “memorable” fecha. Se espera que este año, esta euforia “brujeril” se vea un tanto menguada, como si la la acción, otra vez ominosa, del corona virus no fuera suficientemente monstruoso para buscar otros elementos de terror en la noche de las brujas del 31 de octubre y madrugada del primero de noviembre..
Esta costumbre, a pesar de su origen foráneo, ha venido creciendo incesantemente y, al parecer, llegó a nuestros países para quedarse mucho tiempo a pesar de una corriente de organizaciones costumbristas que se oponen y han emprendido una campaña contraria a su divulgación. Ni modo, parece que hay que empezar a convivir con esta diversión importada de otras culturas aunque no estemos de acuerdo con ella.
Lo nuestro: la Festividad de Todos los Santos
En nuestra cultura ancestral (aunque no tan originaria como se pretende). se cree que cada año, al inicio de noviembre, retornan las almas (ajayus en el idioma aimara) de los seres que ya fallecieron. Las familias esperan a sus difuntos con altares o “mesas” (mast’aku, en quechua y apxatas en aimara, arregladas adecuadamente con alimentos, flores, velas, caña de azúcar, frutas, bebidas y dulces, además de otros elementos ornamentales, especialmente con t’antawawas (en la lengua nativa significa bebés o niños de escasa edad de pan). Es decir, efigies de distinto tamaño que representan niños, hechos con masa de pan, cocida al horno.
Todos estos elementos tienen un significado especial en esta festividad de Todos Santos. Existe la creencia difundida entre los amautas o sabios aimaras que “… venimos de un Wiñay Marka (pueblo eterno); y volveremos a ese Wiñay Marka (…)no existe la muerte; sólo volvemos a nuestro pueblo…”.
El mito: Se cree que, a mediodía del primer día de noviembre, los ajayus regresan de sus montañas para convivir durante 24 horas con sus familiares y amigos que los reciben preparando y recordándolos con cánticos religiosos compuestos ex profeso y oraciones que tanto la familia como personas conocidas y otras de buena voluntad, honran de este modo la memoria de los difuntos.
Los deudos, agradecen este homenaje otorgando a los visitantes bebidas de refresco, vino dulce, pasteles y otros manjares de repostería, de distinta forma y sabor (en algunas poblaciones llaman a estas últimas – la verdad es que no se conoce el origen del vocablo – “turcos”. Al día siguiente – Día de Difuntos – y especialmente en el sector rural, se repiten estos ritos en las tumbas de los cementerios; en algunos casos – a pesar de las restricciones que la autoridad impone – con profusión de chicha de maiz “culli” (color morado en quechua) (una bebida fermentada hecha de una variedad específica de maíz de color morado precisamente).
Y termina la festividad con la creencia de que después de toda esta parafernalia, los ajayus retornan a su morada, dejando a sus famiias satisfechas de haber compartido, aunque solo sea por pocas horas de su compañía.
Como se trata de una costumbre vernacular que se encuentra en evidente proceso de “extinción”, hay corrientes culturales y folklórico-étnicas que tratan de conservar estas tradiciones y mantener vívidas en el espíritu nacional su práctica y difusión. Esperemos que así sea y no se distorsione su espíritu convirtiéndola en una ocasión de libertinaje y consumo desmedido de bebidas alcohólicas.
Cochabamba, 30 de octubre, 2021
Nota especial: Las imágenes y algunas referencias fueron tomada de a artículos de internet y prensa local, junto con algunas fonografías del autor.